En un mundo en el que se consumen
1,6 mil millones de tazas de café al día, es muy posible que la perspectiva le
ponga los pelos de punta a más de uno. Sin embargo, un nuevo estudio del Jardín
Botánico Real de Kew(Londres) advierte de que, debido al cambio climático, la
variedad de café de mayor consumo, el café arábigo, podría desaparecer en 2080.
Que no cunda el pánico, la
realidad no es tan negra como parece. El estudio se centra en plantas de café,
y lo que nosotros bebemos se elabora a partir de sus derivados. Sin embargo, la
pérdida de las plantas salvajes dejaría los cultivos en una situación muy
vulnerable, lo que en última instancia podría llevar a un descenso de la
calidad y una subida de precios para los consumidores.
«La historia del café arábigo
está salpicada de enfermedades, pestes y problemas de productividad, y los
cultivadores siempre han acudido a la naturaleza y la diversidad genética para
enfrentarse a ellos», afirma Aaron Davis, director del programa de
investigación sobre el café del Jardín Botánico.
Existen solamente dos variedades
principales de café cultivado: el café arábigo, procedente de la planta Coffea
arabica) y el café robusta (de la planta Coffea canephora). Sin embargo, hay
más de 125 especies en la naturaleza, y más por descubrir, como afirma Davis,
que lleva 15 años estudiando las plantas de café.
«Es lo que más me sorprendió
cuando empecé a trabajar con el café», comenta. «Hay una enorme variedad, y hay
especies que todavía ni se conocen y que podrían ser muy útiles».
El inestable futuro del café
arábigo
El café arábigo es fundamental
para la industria, pues representa el 70% de la producción mundial, según la
Organización Internacional del Café. Sin embargo, la mayor parte proviene de
unas cuantas plantas traídas de Etiopía en los siglos XVII y XVIII, como
explica Davis, y su reducido stock genético lo hace muy vulnerable.
El nuevo estudio, liderado por
Davis y publicado esta semana en la revista PLOS ONE, combina observaciones de
campo y simulaciones por ordenador para estudiar cómo afectarían al café arábigo
los diversos escenarios. Se centra en Etiopía, mayor productor de café de
África y donde se cultiva la variedad arábiga, y algunas áreas de Sudán del
Sur.
Las perspectivas son muy
negativas, según las conclusiones del estudio. Incluso en el mejor de los
casos, desaparecerían dos tercios de las zonas adecuadas para el cultivo para
2080, y en el peor, sería el 100%. Y esto teniendo en cuenta únicamente el
cambio climático, no la desforestación.
Davis y otros investigadores
visitaron Boma, en Sudán del Sur, en abril para evaluar la viabilidad de la
producción de café, y descubrieron que las plantas de arábigo estaban en muy
mal estado.
«Después de una semana ahí nos
dimos cuenta de que nuestro objetivo había cambiado: se había convertido en una
misión de rescate», comenta Davis.
El estudio recomienda que se
guarden cuanto antes muestras de Boma en bancos de semilla, pues la especie
podría extinguirse en 2020.
La planta de café arábigo suele
crecer en zonas altas en montañas tropicales, como explica el botánico Peter
Raven, que no participó en el estudio. Puesto que ya están viviendo en el
límite de los ecosistemas, no tienen dónde ir cuando suben las temperaturas.
«Los bosques nubosos donde crece
la especie están desapareciendo, y las plantas y animales de esas zonas van a
ser los más amenazados del planeta», añade Raven. «Gran parte de la producción
de café de todo el mundo correrá peligro con el cambio climático».
En Etiopía, el tercer productor
de café arábigo, la temperatura media anual ha aumentado 1,3 ºC desde 1960,
según un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Estudios anteriores ya afirmaron
que tanto el café arábigo salvaje como el cultivado son muy sensible al clima,
pues sólo prosperan en un rango de temperaturas muy reducido.
«No cuesta mucho darse cuenta de
que el cambio climático supone una grave amenaza para la especie», afirma
Davis. «La conclusión lógica es que tendrá un impacto negativo en la producción
de café».
Manos a la obra
La finalidad del estudio no es
asustar a la gente, como comenta Davis, sino impulsar la acción.
«Queremos descubrir qué ocurriría
si no hacemos nada y qué es lo que podemos hacer», señala Davis. «Si somos
proactivos podemos evitar una situación devastadora».
El estudio identifica varios
puntos donde la planta podría sobrevivir hasta al menos 2080 y recomienda que
sean protegidos.
Distintas acciones
conservacionistas han ayudado a otras especies para evitar su extinción, por lo
que Davis es optimista sobre el futuro del café salvaje. Raven, sin embargo, ve
el vaso medio vacío, y aunque cree que la protección es viable, considera que
la conservación en bancos de semilla es muy importante incluso en áreas donde
la extinción no es aún inminente.
«Independientemente de las
medidas que se tomen, podemos esperar que la diversidad genética vaya
disminuyendo año tras año», añade Raven. «Deben guardarse semillas de las
especies más valiosas lo antes posible, antes de que sea demasiado tarde».
Cuestión de gustos
Robusta, un café más fuerte que
empezó a cultivarse a mediados del siglo XIX en respuesta a la plaga de hoja de
roya que causó estragos en los cultivos de arábigo en el sudeste de Asia, suele
utilizarse en expressos y café turco. Puede crecer en altitudes más bajas y
temperaturas más altas, por lo que está mejor preparado para resistir al cambio
climático.
Sin embargo, esto no significa
que los aficionados al café vayan a cambiar de gustos sin pestañear, como
recuerda Davis.
«Os aseguro que no todo el mundo
se contentará con cambiar a robusta», señala. «Como su propio nombre indica, es
bastante fuerte, a muchos no les gusta su sabor y tiene el doble de cafeína que
el arábigo. No es la misma bebida, sin más. Si perdemos el arábigo, creo que
desaparecerá un amplio sector del mercado».
Algo así provocaría un importante
trastorno económico: según la Organización Internacional del Café, éste es el
segundo producto más comercializado del mundo, después del petróleo, y da
empleo a 26 millones de personas.
Fuente: National Geographic