Son las siete de la mañana y te
levantas con “una caraja monumental” -como se diría coloquialmente por mi
tierra-. Vas al baño, te aseas un poco y pones rumbo a la cocina. Allí, como si
fuera un gesto intuitivo, algo que realizas de manera casi espontánea, abres el
armario y sacas una cápsula o un paquete. Si Dios existe tiene dos nombres en
estos momentos: el primero es Google y el segundo es “café“.
¿Por qué nos atrae tanto este
líquido oscuro y amargo? Pues como todo en esta vida, por nuestra genética. Han
sido numerosos los estudios que han hablado sobre los beneficios de esta
bebida. De todos ellos se pueden sacar varias conclusiones, como que poseemos
seis genes “relacionados” con el café: dos asociados con el metabolismo de la
cafeína; otros dos genes relacionados con la forma en la que se procesa esta; y
dos que afectarían directamente al metabolismo del azúcar y la grasa. Todos
ellos, a su vez, influyen en nuestro cerebro, al que estimula tras haberse
consumido.
Estas conclusiones se pudieron
extraer de un estudio realizado hace dos años aproximadamente por el Hospital
de Brigham. En la investigación se sumaron los resultados de 28 pruebas
diferentes sobre el café, lo que elevaba la muestra hasta un total de 120.000
consumidores de esta maravillosa sustancia.
Entre los bebedores destacaban
algunos patrones en común, por supuesto, como que hay gente que absorbía la
cafeína más rápido que otros; es decir, mientras que unos se podían tomar
varias tazas y estar bien, otros en cambio no podían ingerir más de una. Por
tanto, aunque los genes influyen en que nos guste el café, no hay patrón
predeterminado para saber cuál es la dosis recomendable (sin llegar al exceso,
por supuesto).
El hábito cultural
Los genes influyen y es la
principal causa de que nos guste el café (estimula nuestro cerebro y nos ayuda
a funcionar en el día a día), pero detrás de cada taza hay más de lo que
parece: existe un hábito cultural.
La frase “¿quedamos para un
café?” está ya interiorizada en la cultura popular, como el mate en Uruguay o
el té en Reino Unido. Además, las cafeterías son lugares cada vez más
frecuentados y aquí también entra en juego la biología: el ser humano siente
atracción por el olor del café molido. Seguro que al acceder a uno de estos
recintos has visto al camarero de turno abrir un paquete y pasar los granos por
la máquina. Ese gesto tan común para muchos esconde tras de sí una manera de
vida, que no es otra que la de sentirte cómodo por el olor a café.
El consumo mundial de café
aumenta cada año hasta un 0,4 por ciento según la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Si cogemos estadísticas
desveladas por Nescafé observamos que cada segundo se consumen unas 4.600 tazas
de café, lo que da como resultado un total de 397 millones de tazas al día.
¿Impresionado? Aun hay más.
La semilla del café se cultiva en
más de 50 países y es el producto más exportado en todo el mundo, sólo superado
por el petróleo. En total se cultivan más de siete millones de toneladas de
granos, con un valor de 71.000 millones de dólares, lo que da dinero a más de
100 millones de personas en todo el mundo.
Vietnam, Colombia, Alemania o
Etiopía son los principales productores, aunque la cabeza del ranking está
copada por Brasil. La extinta colonia portuguesa es la primera tanto en
producción como exportación, con más de 1.900 kilos aproximadamente (cada año).
¿Adónde va a parar? Pues primero de todo a Estados Unidos, donde se consumen
1.620,96 millones de kilogramos, seguido por Alemania, Italia y Japón. En
cuanto a España, aquí somos buenos consumidores: 308,22 millones de kilogramos,
lo que nos sitúa en la séptima posición del mundo.
Bonus track: no quita el sueño
(lo impide) y es bueno para la salud
“No te tomes cafés por las
noches, que no vas a poder dormir”. Esta frase tiene una verdad a medias. La
cafeína no quita el sueño, lo impide. Como nos explican desde la Academia de
Ciencia de Morelos: “La cafeína interfiere bloqueando la acción de la adenosina,
molécula que de manera natural nos relaja, nos hace perder la concentración y
después de irse acumulando durante el día, nos adormece por la noche”.
“La adenosina necesita actuar,
así que para ello se une a proteínas receptoras en el cerebro que disparan la
cadena de señales que nos provoca sueño. Al ocupar el sitio de unión de la
adenosina, la cafeína actúa como un “antagonista” y, dependiendo de la dosis y
de la sensibilidad del individuo, impide el sueño”, apuntan.
Y por otro lado están las virtudes
del café sobre el organismo, más allá de mantenernos activos. El café es la
principal fuente de antioxidantes, uno de los recursos más necesarios para
prevenir cánceres, el envejecimiento o proteger el sistema cardiovascular. El
café contiene una elevada cantidad de compuestos polifenólicos antioxidantes,
con el ácido caféico como uno de los principales (aunque pierde propiedades al
mezclarse con la leche). Así mismo, el café también relaja los espacios aéreos
dentro de los pulmones y es diurético, por lo que se convierte en un alimento
fundamental para diversos tipos de dietas.
Fuente: Adslzone.com
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